domingo, 20 de octubre de 2019

LA INSOPORTABLE LIVIANDAD DE LA POLÍTICA



Por José Antonio Mantilla

Prensa Andina

Cuando se habla de corrupción, es necesario hacer un capítulo aparte para referirnos a la política y a sus protagonistas. Y aunque no podemos generalizar, la mayoría de quienes buscan un cargo de elección popular, lo hacen a través de sistemas y formas que riñen con la legalidad, pero siempre explotando y aprovechándose de la ingenuidad del pueblo que los elige.

La endemia de la corrupción está en todo el país y en cualquier época, pero las elecciones son propicias para que se explote la necesidad de quienes por meses o años, esperan un empleo, un contrato, una beca, o la atención en salud en una EPS. De esa necesidad se aprovechan algunos políticos para fortalecerse electoralmente, especialmente en ciudades como Bogotá (7.200.000 H.), en donde votan más de 5 millones 340 mil ciudadanos en las 20 localidades. Se eligen 45 concejales de 9 listas y 177 ediles de  más de dos mil listas. Por eso quien tiene más opción es quien tiene mayor capacidad de cubrimiento.

En este maremagno, todos buscan pescar en río revuelto, pero son los políticos quienes se aprovechan de la necesidad ajena y consiguen sus auxiliares y asistentes ofreciendo cupos a supuestos “voluntarios” en su campaña para la promoción, publicidad, prensa, investigación y asesoría, bajo el engaño de que si resultan elegidos, les garantizan un puesto o un contrato en la administración de la cual participan o apoyan.

Estos “voluntarios” no reciben generalmente ningún tipo de retribución y de su propio bolsillo deben pagar movilización, alimentación y gastos generales – aunque pongan sus casas como sedes de campaña-, y muchos de ellos, deben permanecer al servicio del político de turno durante por lo menos 15 horas diarias. Se les obliga también a vincular sus entornos familiares y de amigos, a través de formularios en los cuales se consignan los datos de identificación, dirección, teléfonos y correos electrónicos y su lugar de votación. Cada uno aporta mínimo un formulario con 20 o 25 nombres de votantes y si aspiran a un cargo de cierta importancia deben llevar varios formularios debidamente diligenciados.

Si el candidato gana, en la gran mayoría de los casos, solo unos pocos voluntarios son llamados como contratistas, pues “no hay cupo pa’ tanta gente”. Y si el candidato se quema, también pierden los “voluntarios” y detrás las esperanzas de todos sus familiares, porque no hay una reglamentación que obligue a los políticos a disponer de organizaciones de campaña, por las cuales deben responder económicamente.

Eso hace que muchos de los aspirantes a cargos de elección popular con excelentes hojas de vida, que aspiran a una curul, honestos y con deseos de servicio a la comunidad, vean frustradas sus esperanzas y las del pueblo raso, porque su capacidad económica no les da para enfrentar –en una lucha desigual- a las mafias que se han tomado la política colombiana; o a las empresas familiares electorales, que mantienen aceitadas las maquinarias para perpetuarse en el poder.

Y como en el caso de Bogotá, solo el voto de opinión, podría salvar a aquellos nóveles candidatos con excelentes hojas de servicio, académicos, rectos, respetuosos de la Constitución y las leyes de Colombia, que creen que la capital del país merece mucho más y sus habitantes a vivir con dignidad, seguridad y sin afanes.

Aquí todo está diseñado para que los candidatos tramposos  nunca pierdan. Obtienen retribución por inversiones en sus campañas, les reponen en dinero los votos y luego hasta se las ingenian –si ganan- para hacer rentables tanto sus curules como sus decisiones en las corporaciones públicas.

Y claro, mucho más ganan algunos de los gobernadores y alcaldes elegidos, y de soslayo, el congresista que los patrocina.

Mientras que los desempleados, universitarios, amas de casa y trabajadores que forman parte de los voluntariados e incluso los electores, siempre pierden. Es decir, “con cara gano yo y con sello pierde usted”.

APOSTILLA 1: La política cuando se ejerce con ética, rectitud y sin esguinces se convierte en una actividad imprescindible en la democracia participativa.

APOSTILLA 2: Como ciudadano, como colombiano y como periodista, votaré el 27 de octubre por Claudia López para la Alcaldía de Bogotá, porque considero que es la única, capaz de enderezar el rumbo de la ciudad capital.

Y mi candidato para la renovación del Consejo de Bogotá es DANIEL MANTILLA el # 25 de la lista del Partido Alianza Verde. Tu y Yo Unidos por Bogotá.