lunes, 6 de junio de 2022

RODOLFO HERNANDEZ, EL “OUTSIDER” COLOMBIANO

 

José Antonio Mantilla

Prensa Andina

Bogotá D.C. (6 – 6 - 2022)

Angel Becassino, un argentino radicado en Colombia hace más de 40 años, es el etratega detrás de Rodolfo Hernández y quien introdujo una palabra del inglés a nuestro medio que hace carrera en el influjo de la política nacional.

Y como él está tratando de imponer al candidato uribista, como un “outsider”, forzando la interpretación del término inglés para desmarcarlo de su vinculación con el gamonal de El Ubérrimo, bien vale la pena hacer algunas precisiones al respecto.

El término de “outsider” fue impuesto en la década de los 90 por el expresidente Carlos Menen, en Argentina, en un contexto histórico en el cual la desidentificación partidaria imperante y la falta de interés en la cosa pública era “moneda corriente” (Ismael Jesús Iglesias Herrera - Facultad de Derecho, Universidad Nacional de Villa María.), al igual que hoy en Colombia.

Y Becassino no ha inventado nada nuevo que la utilización (a cualquier costo) de los medios de comunicación convencionales y no convencionales, para generar la misma estrategia de hace más de 20 años en el país austral.

El discurso fomentado entonces por el ex presidente Menem “de la ineficiencia de lo público”, fue un factor clave que dio lugar al protagonismo de la televisión y los medios masivos de comunicación en general.

 “Su correlato fue el descreimiento y desconfianza en las instituciones, particularmente las vinculadas con el poder político y judicial”.  (Tomado del periódico El Estadista de Argentina)

Qué es un “outsider”

Según Gabriel Levita, sociólogo, doctor en Ciencias Sociales y en Estudios Políticos, profesor en la Universidad Nacional de Lanús, la Universidad del Salvador y la Universidad de Buenos Aires, aunque en tiempos de elecciones utilicemos la expresión corrientemente, lo cierto es que no existe un consenso acerca de qué condiciones reúnen los outsiders e, incluso, es frecuente escuchar a una misma persona hablar de ellos con sentidos distintos y hasta contradictorios.

La acepción más difundida abarca a quienes se presentan a elecciones viniendo desde afuera de la política con un prestigio y un reconocimiento acumulados más allá de los partidos. Para Miguel Carreras se trata de “amateurs” si se suman a un partido existente u “outsiders completos” si crean uno nuevo. Los ejemplos más comunes provienen del mundo del deporte, el espectáculo, el periodismo y el empresariado. En Argentina, entre los casos más célebres podemos citar a Carlos Reutemann, Palito Ortega, Francisco de Narváez y Nito Artaza.

A veces, también se habla de outsiders para designar a quienes sí tienen una carrera política, pero que no forman parte de las élites partidarias. Quienes habitan en la periferia de los partidos hasta que en determinado momento cobran notoriedad y pasan al centro de la escena. Por sorprendente que suene hoy, tanto Carlos Menem como Néstor Kirchner fueron señalados en su momento como outsiders dentro del justicialismo, por no formar parte de la mesa chica nacional.

Finalmente, escuchamos el término para aludir a los llamados antisistema. Candidatos que se presentan a elecciones, pero rechazan en mayor o menor medida las instituciones de la democracia representativa y liberal. La Argentina es pobre en este tipo de casos, pero a nivel internacional abundan. Allí tenemos en primera plana a los Bolsonaro, los Trump, los Beppe Grillo y a una larga fila de políticos que, por derecha o por izquierda, han hecho de la anti-política y el anti-establishment sus principales banderas.

El problema es que estas tres definiciones no se implican necesariamente y con mucha frecuencia se confunden entre sí. Se puede venir de afuera de la política sin tener un discurso antipolítico, así como se puede ser un político profesional que hace carrera a fuerza de atacar el statu quo institucional. ¿De qué hablamos entonces cuando hablamos de outsiders?

En el caso colombiano un outsider como Rodolfo Hernández, que viene de escándalo en escándalo, no representa mayor dificultad a la hora de marcar su estrategia, pues se trata simplemente de ajustar su vocabulario y sus actuaciones, para hacer ver en la opinión a un candidato franco, sincero,  popular, que habla simplemente  en un idioma elemental, como el común de la gente, dice lo que quieren escuchar las bases y se lo muestra en el lenguaje ramplón, porque eso “le hace ser auténtico” y además, se jacta de invertir millones de su propia fortuna, lo cual (como si fuera cierto), “le está ahorrando el dinero al Estado”.

Además, el outsider colombiano, se da el lujo de rechazar a quienes en la primera vuelta obtuvieron la más baja votación, haciéndole creer a los sufragantes que “por su popularidad y encanto”, no necesita un puñado de votos de un candidato clientelista, así provenga, de una de las opciones que como él están al lado del uribismo. Pero en cambio no ocurrió lo mismo con quien también representaba (supuestamente) las banderas del Centro Democrático, el uribismo y narcoparamilitarismo, a quien sí le aceptó y le agradeció por su apoyo (5.058.000 votos) como si toda esa votación fuese endosable.

Y no obstante los 33 procesos que tiene encima, más el de Vitalogic, por el cual está llamado a juicio el 21 de julio próximo, pretende pasar de agache con su movimiento Liga de Gobernantes Anticorrupción, porque está convencido que, si gana, todos esos procesos se caerán y le sacará el quite a la justicia, como lo hace su patrocinador y mentor (aunque lo niegue) Álvaro Uribe Vélez.

El término outsider también lo refiere el diccionario oxforiano como un competidor desconocido y con pocas posibilidades de éxito; o como una persona al margen o fuera de las tendencias más comunes.

Lo cierto es que el 19 de junio, se sabrá si caló más la campaña del outsider Rodolfo, traída de los cabellos, por su estratega argentino, o la campaña criolla de quien ha demostrado a través de su carrera política, en la plaza pública, en los debates abiertos y en los privados que tiene la seriedad, la capacidad, la idoneidad, el conocimiento y los votos para gobernar y cambiar en democracia a Colombia.