viernes, 19 de abril de 2013

Zancadillas a la paz


Las arremetidas del ex vicepresidente Francisco Santos Calderón, contra la paz no son nuevas y sus “coqueteos” a favor del paramilitarismo vienen desde la época en que se desempeñaba como Jefe de Redacción de EL TIEMPO, hoy, afortunadamente para el país, en manos del industrial Luis Carlos Sarmiento Angulo.

Su relación como coequipero en el gobierno anterior, le permitió atizar sus odios internos frente a quienes piensan distinto, y sus ocho años al lado de la Casa de Nariño, le sirvieron solo para enaltecer su ego, en un proceso que incluso lo obligó a agachar la cabeza y hacer oídos sordos frente a las alusiones o referencias de “lagarto” que le formulara el propio Álvaro Uribe Vélez en más de una ocasión.

Eso, claro, no es extraño en alguien a quien le falta carácter y valor civil y en lugar de corregir su rumbo, prefiere seguir a la sombra de su maestro twitero, así tenga que enfrentarse al Jefe del Estado, su primo hermano, su familiar de sangre y torpedear con costosas campañas el proceso de paz, en una actitud digna del gran secretario Nicolás de Maquiavelo.

Con razón, el representante a la Cámara, Iván Cepeda, le pidió al Fiscal General de la Nación, Eduardo Montealegre, que investigue a Francisco Santos, por presuntos nexos con el paramilitarismo, tomando en cuenta las declaraciones de Salvatore Mancuso, según las cuales este le “propuso la creación de un bloque de autodefensas para Bogotá".

Las columnas publicadas con su firma el 29 de abril de 1997 bajo el título “Proyecto contrainsurgente” y el 27 de junio de 1999, titulada “Mesa de cuatro patas”, se constituyen en la defensa del paramilitarismo y son pruebas que muy seguramente utilizará en su contra la Fiscalía, si es que es llamado a juicio.

Antes, en marzo de 1994, Francisco Santos estuvo comprometido en un grave incidente, al publicar en el mismo periódico una nota, haciendo alusión a un eventual viaje a Cuba para asistir a una “cumbre guerrillera” del padre Nel Beltrán, un abanderado de la paz y defensor de los débiles en la costa Caribe colombiana.

Las informaciones a la postre resultaron ser falsas, pero se afectó la credibilidad del prelado, se puso en peligro su vida y quedó en entredicho el periódico. Santos no asumió la responsabilidad de la publicación y buscó al editor judicial Edgar Torres para que cargara con el error. Luego el periodista fue ascendido de cargo por haberse autoinculpado.

Esta es apenas una muestra de la ligereza e irresponsabilidad de Francisco Santos, quien ahora pretende, en un dúo satánico con Uribe, seguirle metiendo más palos a la rueda de la paz. Sus actuaciones bien pueden ser consideradas como traición  la patria y rayan no solo como una violación flagrante a la constitución y a la ley sino que deben ser castigadas con severidad por el Estado colombiano.

¿Hasta cuándo durará la paciencia del Presidente Juan Manuel Santos?