Las arremetidas del ex
vicepresidente Francisco Santos Calderón, contra la paz no son nuevas y sus
“coqueteos” a favor del paramilitarismo vienen desde la época en que se
desempeñaba como Jefe de Redacción de EL TIEMPO, hoy, afortunadamente para el
país, en manos del industrial Luis Carlos Sarmiento Angulo.
Su relación como coequipero en el
gobierno anterior, le permitió atizar sus odios internos frente a quienes
piensan distinto, y sus ocho años al lado de la Casa de Nariño, le sirvieron
solo para enaltecer su ego, en un proceso que incluso lo obligó a agachar la
cabeza y hacer oídos sordos frente a las alusiones o referencias de “lagarto”
que le formulara el propio Álvaro Uribe Vélez en más de una ocasión.
Eso, claro, no es extraño en
alguien a quien le falta carácter y valor civil y en lugar de corregir su
rumbo, prefiere seguir a la sombra de su maestro twitero, así tenga que
enfrentarse al Jefe del Estado, su primo hermano, su familiar de sangre y
torpedear con costosas campañas el proceso de paz, en una actitud digna del
gran secretario Nicolás de Maquiavelo.
Con razón, el representante a la
Cámara, Iván Cepeda, le pidió al Fiscal General de la Nación, Eduardo
Montealegre, que investigue a Francisco Santos, por presuntos nexos con el
paramilitarismo, tomando en cuenta las declaraciones de Salvatore Mancuso,
según las cuales este le “propuso la creación de un bloque de autodefensas para
Bogotá".
Las columnas publicadas con su
firma el 29 de abril de 1997 bajo el título “Proyecto contrainsurgente” y el 27
de junio de 1999, titulada “Mesa de cuatro patas”, se constituyen en la defensa
del paramilitarismo y son pruebas que muy seguramente utilizará en su contra la
Fiscalía, si es que es llamado a juicio.
Antes, en marzo de 1994,
Francisco Santos estuvo comprometido en un grave incidente, al publicar en el
mismo periódico una nota, haciendo alusión a un eventual viaje a Cuba para
asistir a una “cumbre guerrillera” del padre Nel Beltrán, un abanderado de la
paz y defensor de los débiles en la costa Caribe colombiana.
Las informaciones a la postre
resultaron ser falsas, pero se afectó la credibilidad del prelado, se puso en
peligro su vida y quedó en entredicho el periódico. Santos no asumió la
responsabilidad de la publicación y buscó al editor judicial Edgar Torres para
que cargara con el error. Luego el periodista fue ascendido de cargo por
haberse autoinculpado.
Esta es apenas una muestra de la
ligereza e irresponsabilidad de Francisco Santos, quien ahora pretende, en un
dúo satánico con Uribe, seguirle metiendo más palos a la rueda de la paz. Sus
actuaciones bien pueden ser consideradas como traición la patria y rayan no solo como una violación
flagrante a la constitución y a la ley sino que deben ser castigadas con
severidad por el Estado colombiano.
¿Hasta cuándo durará la paciencia
del Presidente Juan Manuel Santos?
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