lunes, 16 de diciembre de 2013

PARLAMENTO ANDINO: UNA MUERTE ANUNCIADA


Luego de 34 años de funcionamiento como un órgano deliberante representativo de los pueblos de la región, algunos Estados, entre ellos Colombia, decidieron acabar con el Parlamento Andino, por inoperante y porque desde hace una década los mandatarios de los países miembros, resolvieron reorientar sus esfuerzos hacia la apertura de los mercados a través de los sistemas de libre comercio.

La criatura que nació como un esfuerzo comunitario de integración andina para darle vuelo al Acuerdo de Cartagena, tiene sus días contados y muy seguramente desaparecerá en favor de un organismo mayor  en el marco de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).

Del actual Parlamento Andino forman parte Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile, este último en calidad de asociado. Sus representantes (cinco por cada Estado) son elegidos por votación popular, aunque Colombia comenzó a hacerlo a partir de la Ley Estatutaria 1157 de 2007.

Lo curioso es que desde su integración en octubre de 1979, muy pocos han sido los logros del organismo supranacional, dado que sus actos no tienen poder vinculante, esto es que no son de obligatorio cumplimiento por parte de los gobiernos.

Lo único que habría por rescatar es la Universidad Andina Simón Bolívar, institución educativa dedicada a la investigación científica y la enseñanza, con sedes en Bolivia, Ecuador y oficinas en Bogotá y Lima; la cédula andina y el reconocimiento para que dentro de la región las tarifas aéreas sean consideradas domésticas.

La desaparición del Parlamento Andino obedece a una estrategia regional. Pero mientras eso ocurre, los Estados deben tramitar las reformas a las leyes respectivas y posteriormente denunciar el tratado internacional en virtud del cual fue creado, lo cual demorará por lo menos dos años más.

En Colombia algunos políticos han puesto el grito en el cielo y pretenden pescar en río revuelto, haciéndole creer a la opinión que el proyecto aprobado por EL Congreso y que pasó a control constitucional es una forma más de intervenir la democracia representativa.

Lo único que pretende la ley, es eliminar la elección directa de los cinco representantes al Parlamento Andino y volver al estado anterior a la Ley 1157 de 2007, para que el mismo Senado de la República –entre sus miembros-, escoja a sus delegados, como lo hace actualmente Chile.

Las dietas de los cinco miembros colombianos del Parlamento Andino, cuestan anualmente al presupuesto nacional $1.500 millones y $3.600 millones las Unidades de Trabajo Legislativo (UTL). Prestaciones sociales, primas, cesantías y parafiscales valen $2.200 millones. Es decir que el ahorro para el fisco es del orden de los $7.300 millones.

Queda solo un escollo: La Corte Constitucional no podrá evacuar con la prontitud que se requeriría el estudio de la nueva ley, con lo cual, según el Registrador Nacional del Estado Civil, sigue vigente la elección de sus miembros. No obstante los partidos fuertes no incluirán nombres para el Parlamento Andino y solicitaron la votación en blanco del ítem respectivo, pese a las protestas de las colectividades pequeñas que ven en ello una forma de mejorar su posición política y percibir algunos recursos para sus miembros.

Positivo o negativo, no hay marcha atrás en el cierre del Parlamento Andino y la constitución de un nuevo cuerpo legislativo en la Unasur, pero que esta vez, ojalá tenga poderes vinculantes para garantizar la integración de los pueblos suramericanos sin interferencias de los gobernantes de turno.

 

 

 

¿ADIÓS A LOS VIEJOS?


La medida del alcalde Gustavo Petro de presionar a los bogotanos para desincentivar el uso del carro, comenzando por la paralización del parque automotor de más de 15 años de antigüedad, tiene tanto de largo como de ancho.
La idea traída de ciudad de México por el secretario de Movilidad, Rafael Rodríguez, no sería viable en esta capital, en donde no hay vías públicas y las existentes desde hace más de tres décadas, están llenas de huecos ni se dispone de un sistema masivo de transporte urbano adecuado a las necesidades de la población.

La fórmula no es nueva, pues el exalcalde Enrique Peñalosa, decidió frenar el desarrollo vial de Bogotá, porque según él, eso incentivaba el uso del carro particular; acabó con los parqueaderos públicos, las bahías en las zonas comerciales, nos llenó de los famosos bolardos y montó el famoso Trasmilenio, por la Avenida Caracas, en improvisadas losas que aún no hemos terminado de pagar.
Pero según Rodríguez, la eliminación del carro particular, comenzando por los vehículos antiguos, Es una necesidad, como si sus propietarios que se valen de ellos para la movilización de sus familias, no pagaran impuestos, ni anualmente tuvieran que someterlos a la revisión tecnomecánica, para dejarlos –aunque antiguos- en las mismas condiciones de funcionabilidad a sus semejantes nuevos.

Se trata de restringir no solo el vehículo como medio de trasporte sino además de impedir su uso como factor de trabajo. Y los más afectados resultan ser siempre quienes están en el sándwich de la clase media.
Con el anuncio del funcionario de la movilidad los únicos que están de plácemes son los concesionarios y las aseguradoras, que ya están viendo crecer sus utilidades, pues el vehículo viejo ya no les servirá a los ciudadanos para evadir el pico y placa.

Según el Observatorio Ambiental de Bogotá, excluidas las 382.976 motos, que ruedan por nuestras calles, en la capital hay matriculados 1.325.000 vehículos particulares, de los cuales el 58%, es decir 768.500 son anteriores a 1998, pero siguen matriculados y pagan impuestos al 100 por ciento, aunque estén guardados cien días de los 365 del año.
Bogotá recibe este año por sobretasa a la gasolina $332.415 millones y por sobretasa al ACPM $32.334 millones más. Sin embargo, de esta suma que fue concebida para atender a la malla vial de las capitales, el 50% se destina al sistema particular de Transmilenio, y la administración se olvida del arreglo de las calles de la ciudad.

Adicionalmente el Distrito recauda $436.858 millones por el impuesto anual de vehículos automotores; $48.435 millones por semaforización; $114.127 millones por rodamiento y $51.537 millones por derechos de tránsito. Todo lo cual suma un billón, 15.706 millones de pesos, algo más del 7% del presupuesto de ingresos del Distrito Capital.
Según el contralor Diego Ardila, recursos por más de 167.000 millones de pesos que pertenecían a los Fondos de Desarrollo Local (FDL) para arreglo de la malla vial, no se ejecutaron en el 2012 por lo que el estado de las vías continúa deteriorándose.

En el Instituto de Desarrollo Urbano IDU, que tiene a su cargo el arreglo de las vías principales y arteriales, de 760 mil 787 millones dispuestos para tal fin, la ejecución a 30 de octubre fue de 243 mil millones de pesos; sólo se ejecutó el 32 por ciento.
Pese a todo ello se estigmatiza a los propietarios de vehículos automotores, se les restringe la movilidad creando zonas vedadas para su circulación, se cierran parqueaderos, se peatonalizan vías y se anuncia con bombos y platillos el establecimiento de peajes con el argumento de apropiar recursos para el sostenimiento de los carriles por donde pasa el sistema privado de transporte público.

¿Entonces, a que jugamos señor alcalde?