La agilidad de la Policía para
resolver el caso de la falsa violación a una conductora del SITP es una muestra
del profesionalismo con que actúan sus miembros cuando hay decisión para
combatir la delincuencia: Punto a favor. Pero hay algunas cosas que aún no
quedan claras ante la opinión y que opacan esa gestión, como el supuesto resultado
de Medicina Legal que confirmó el abuso; la celeridad de la Policía para entregar el
informe a los medios y la falsa captura (llámese detención administrativa) de un
joven que se encontraba en un hotel en Mesitas del Colegio.
Los cuerpos de investigación del
Estado no pueden darse el lujo de dejar cabos sueltos ni dejarse presionar para
mostrar ante la opinión resultados positivos ni mucho menos -en ese afán de
hacerse visibles ante la sociedad- apresurarse a divulgar hechos que puedan más
adelante afectar los procesos judiciales.
De las cosas negativas que se
desprenden del caso y de las cuales debemos aprender, están las afirmaciones
aceleradas de los comandantes de la Policía luego de retener a los jóvenes en
Mesitas del Colegio, la divulgación de la foto y la exposición al escarnio
público en las redes sociales del supuesto violador y de sus acompañantes.
Las autoridades en su afán por mostrar
resultados, lanzan verdades a medias, sin la valoración ni decantación de la
información de las pruebas recogidas, lo que en muchos casos frustra la
judicialización de los delincuentes e
interfiere en los procesos.
En ese afán mediático (en el cual
todos quieren aparecer para la foto, como el director de la Policía, el Fiscal
General, el Procurador, etc…) inducen a error a algunos ingenuos reporteros que prevalidos de la
autenticidad de las fuentes, no se toman el trabajo de confrontarlas ni contrastarlas,
e influenciados por el síndrome de la chiva, toman esa información que luego convierten –con
más o menos imaginación- en notas amarillistas que deforman el pensamiento
colectivo.
Cuánto daño le causan a la
sociedad los funcionarios locuaces y cuánto daño puede provocar una información
que como en el caso del joven de Mesitas del Colegio, fue víctima de la
satanización por las redes sociales, del linchamiento y de la afrenta pública,
solo porque en su desvarío a alguien se le ocurrió inventarse semejante crimen.
Más locos aún, quienes hicieron de caja de resonancia para tamaño desatino.
El caso pudo ser más grave, pues
el país apenas comienza a digerir la aprobación del feminicidio como delito
autónomo en el Código Penal, lo cual hubiera podido desencadenar en una
tragedia de incalculables proporciones.
Con base en el retrato hablado
(que nunca sirven para nada) de la falsa víctima se capturó al inocente joven,
solo porque tenía una cicatriz en su rostro, aunque las facciones anatómicas y
físicas no coincidían. La Policía para evitarse problemas judiciales dijo que
se trataba de una “detención administrativa”.
¿Quién va a reparar el buen
nombre de ese joven que sólo estaba despidiéndose de sus amigos porque se iba a
pagar el servicio militar y cuyo único delito fue estar en el lugar equivocado
y en el momento equivocado? ¿Y quién va a reparar a su familia? ¿Quién va a
pagar la movilización del aparato investigativo y judicial del país?
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