Prensa Andina
Cuando se habla de corrupción, es necesario hacer un
capítulo aparte para referirnos a la política y a sus protagonistas. Y aunque
no podemos generalizar, la mayoría de quienes buscan un cargo de elección
popular, lo hacen a través de sistemas y formas que riñen con la legalidad,
pero siempre explotando y aprovechándose de la ingenuidad del pueblo que los
elige.
La endemia de la corrupción está en todo el país y en
cualquier época, pero las elecciones son propicias para que se explote la
necesidad de quienes por meses o años, esperan un empleo, un contrato, una
beca, o la atención en salud en una EPS. De esa necesidad se aprovechan algunos
políticos para fortalecerse electoralmente, especialmente en ciudades como
Bogotá (7.200.000 H.), en donde votan más de 5 millones 340 mil ciudadanos en
las 20 localidades. Se eligen 45 concejales de 9 listas y 177 ediles de más de dos mil listas. Por eso quien tiene más
opción es quien tiene mayor capacidad de cubrimiento.
En este maremagno, todos buscan pescar en río revuelto,
pero son los políticos quienes se aprovechan de la necesidad ajena y consiguen
sus auxiliares y asistentes ofreciendo cupos a supuestos “voluntarios” en su
campaña para la promoción, publicidad, prensa, investigación y asesoría, bajo
el engaño de que si resultan elegidos, les garantizan un puesto o un contrato
en la administración de la cual participan o apoyan.
Estos “voluntarios” no reciben generalmente ningún tipo
de retribución y de su propio bolsillo deben pagar movilización, alimentación y
gastos generales – aunque pongan sus casas como sedes de campaña-, y muchos de
ellos, deben permanecer al servicio del político de turno durante por lo menos
15 horas diarias. Se les obliga también a vincular sus entornos familiares y de
amigos, a través de formularios en los cuales se consignan los datos de
identificación, dirección, teléfonos y correos electrónicos y su lugar de votación.
Cada uno aporta mínimo un formulario con 20 o 25 nombres de votantes y si
aspiran a un cargo de cierta importancia deben llevar varios formularios
debidamente diligenciados.
Si el candidato gana, en la gran mayoría de los casos,
solo unos pocos voluntarios son llamados como contratistas, pues “no hay cupo
pa’ tanta gente”. Y si el candidato se quema, también pierden los “voluntarios”
y detrás las esperanzas de todos sus familiares, porque no hay una
reglamentación que obligue a los políticos a disponer de organizaciones de
campaña, por las cuales deben responder económicamente.
Eso hace que muchos de los aspirantes a cargos de
elección popular con excelentes hojas de vida, que aspiran a una curul,
honestos y con deseos de servicio a la comunidad, vean frustradas sus
esperanzas y las del pueblo raso, porque su capacidad económica no les da para enfrentar
–en una lucha desigual- a las mafias que se han tomado la política colombiana; o
a las empresas familiares electorales, que mantienen aceitadas las maquinarias
para perpetuarse en el poder.
Y como en el caso de Bogotá, solo el voto de opinión,
podría salvar a aquellos nóveles candidatos con excelentes hojas de servicio,
académicos, rectos, respetuosos de la Constitución y las leyes de Colombia, que
creen que la capital del país merece mucho más y sus habitantes a vivir con
dignidad, seguridad y sin afanes.
Aquí todo está diseñado para que los candidatos tramposos
nunca pierdan. Obtienen retribución por
inversiones en sus campañas, les reponen en dinero los votos y luego hasta se
las ingenian –si ganan- para hacer rentables tanto sus curules como sus decisiones
en las corporaciones públicas.
Y claro, mucho más ganan algunos de los gobernadores y
alcaldes elegidos, y de soslayo, el congresista que los patrocina.
Mientras que los desempleados, universitarios, amas de
casa y trabajadores que forman parte de los voluntariados e incluso los
electores, siempre pierden. Es decir, “con cara gano yo y con sello pierde
usted”.
APOSTILLA 1: La política
cuando se ejerce con ética, rectitud y sin esguinces se convierte en una
actividad imprescindible en la democracia participativa.
APOSTILLA 2: Como ciudadano,
como colombiano y como periodista, votaré el 27 de octubre por Claudia López
para la Alcaldía de Bogotá, porque considero que es la única, capaz de
enderezar el rumbo de la ciudad capital.
Y mi candidato para la renovación del Consejo de Bogotá
es DANIEL MANTILLA el # 25 de la
lista del Partido Alianza Verde. Tu y Yo Unidos por Bogotá.