Al iniciarse el año, el cotarro político comienza a
agitarse y la polarización entre el Presidente Juan Manuel Santos y su antecesor
Álvaro Uribe Vélez, se hace más evidente, especialmente porque el segundo
insiste en ponerle zancadillas para impedir, que el primero pueda extender su
gobierno por cuatro años más.
De soslayo, Uribe se viene lanza en ristre contra
la paz, porque sabe que es el caballito de batalla que muy seguramente le dará
el triunfo a Santos.
En su afán por cruzársele en el camino a quien
fuera su ministro de Defensa, le acusa de traidor y pone en entredicho la
figura constitucional que él usó tras pretender perpetuarse en el poder, lo
cual es contradictorio y no muy comprensible para el común de los colombianos.
¿Por qué es legítima la ilegítima reelección de
Uribe y la legítima aspiración de la reelección de santos no es legítima?
La diferencia estriba en que el Presidente Juan Manuel Santos no forzó la Constitución para buscar la reelección. Está ahí, en la Carta Fundamental y fue precisamente su antecesor Álvaro Uribe Vélez, quien pasando por encima de los intereses nacionales y sin acuerdos entre partidos, resolvió a motu propio embarcarse en la repetición de su mandato modificando el “articulito constitucional”.
Hoy las condiciones han cambiado, pues existe una
disyuntiva que marca a los dos: Uribe quiere la guerra y Santos prefiere buscar
la paz. Pero esa paz no se consolidará si no existe la voluntad política para
llevarla más allá de los simples acuerdos en La Habana y consolidarla con
normas que deben ser refrendadas por todos los colombianos.
Santos inició el proceso y logró lo que ningún otro
gobierno había podido alcanzar tras 50 años de confrontación interna. Hoy las
FARC han dicho que no se levantarán de la mesa de negociaciones hasta tanto se
firme la paz, lo cual también facilita que el proceso se extienda a la
guerrilla del ELN.
Muchas de las leyes aprobadas el año pasado y las
medidas adoptadas por el ejecutivo para satisfacer a los sectores que en 2013
propiciaron una protesta social, allanan el camino de los acuerdos alcanzados
en Cuba. Claro que falta mucho para llegar al final, especialmente por lo que
se viene en la época del postconflicto, que no será fácil, por lo cual hay que
pensar en un congreso que le camine al compromiso de la reconciliación.
Lamentable que desde algunas tribunas periodísticas,
especialmente en la radio y la televisión, se esté incitando a la polarización
del país, manipulando a la opinión, pagando encuestas y realizando sondeos para
desvirtuar la realidad nacional.
Si Santos o sus funcionarios dicen algo,
inmediatamente los micrófonos de las emisoras o los canales de televisión están
a disposición de Uribe, para que refute al Jefe del Estado en sus
consideraciones sobre la paz, el manejo interno del gobierno o sobre los
asuntos de relaciones exteriores, pues la confrontación maliciosa es lo que les
da el rating. Lástima que prevalezca aquí
la ambición mercantilista de los nuevos dueños de los grandes medios, por
encima del interés social del país. Cuánto mal le hace a la democracia el
maniqueísmo de algunos periodistas.
El grupo político de Uribe con el ex presidente a
la cabeza, pretende dividir al país entre malos y buenos, como si quien llegara
a la presidencia no tuviera la obligación constitucional y moral de gobernar
para todos Incluyendo a sus adversarios. ¿Cuál es el rasero con el cual los
uribistas están diferenciando a los buenos de los malos?
Ahora resulta que el señor Uribe y sus seguidores
tienen el poder divino para excluir a quienes en determinado momento no
comulgan con sus políticas maquiavélicas, en donde para alcanzar los propósitos
hay que aplicar lo que hizo cuando se reeligió pasando por encima de la Constitución
y la ley, dejando a un lado la ética y la moral, como en el caso de la “Yidispolítica”
y las “chuzadas” de teléfonos de periodistas, magistrados, políticos y gente
del común, todo lo cual está quedando en la impunidad.
Considero, por todo ello, que el país merece la oportunidad
para que, quien convocó y está llevando a buen puerto el proceso de paz, lo
culmine y lo moldee con la participación de todos los partidos, sin
autoritarismo y voluntad para desarmar los espíritus. La verdad, justicia y reparación
solo es posible cuando existe el perdón y olvido.
Que la felicidad y la prosperidad sean la estrella
que nos ilumine en 2014.
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