José Antonio
Mantilla
Prensa
Andina (Bogotá D.C., 21 – 12 – 2021)
Cada vez me desilusiono más, no de la política sino de quienes aspiran a los cargos de poder en Colombia. La ejercen, no como una actividad a favor de un pueblo sino como la oportunidad para alcanzar estatus, dignidades y riqueza, particulares.
Por eso poco o nada importan los ideales ni mucho menos las necesidades insatisfechas de quienes votan por ellos. Y si para alcanzar sus metas es necesario aliarse hasta con el propio Satanás pues se hace, porque para ellos –como en El Príncipe de Maquiavelo- el “Fin justifica los medios”.
Y en un primer análisis de quienes aspiran hoy a la presidencia de Colombia, el panorama es oscuro y desapacible. Todos coquetean con la ilegalidad, con narcos, con comerciantes e industriales con capitales en paraísos fiscales; razón por la cual cada vez más aparecen en sus listas del Congreso, personas cuestionadas o con nexos con “narcoparapolíticos”.
Entre los cuestionados aparecen Oscar Iván Zuluaga, el primero en resultar ungido, quien representa al Centro Democrático, partido creado por el controvertido expresidente subjudice, Álvaro Uribe Vélez.
El segundo es el representante de la “Coalición de la Experiencia”, Alejandro Char, cacique político de la región Caribe, exalcalde y heredero electoral de la Casa Char, quien tiene encima 28 procesos por supuesta corrupción. Él alcanzó más de 2 millones 800 mil firmas en un tiempo record de diez días.
Su cuestionada victoria dejó por fuera las aspiraciones del Partido Conservador con David Barguil; las del Partido de la U con su directora Dilian Francisca Toro (Alfil del uribismo) y la de los exalcaldes de Bogotá, Enrique Peñalosa y de Medellín Federico Gutiérrez. Estos últimos también criticados por sus amañadas prácticas durante sus administraciones.
En la denominada “Coalición Centro Esperanza”, Se disputan el honor de su representación cinco candidatos, todos ellos disidentes del Partido Liberal, con excepción de uno proveniente del Partido Verde.
Se trata de Sergio Fajardo, Alejandro Gaviria, Juan Manuel Galán, Juan Fernando Cristo y Carlos Amaya. Fajardo con un proceso fiscal encima, por los manejos de Hidro Hituango y su posición “tibia” en la política; el segundo parece no repuntar en las encuestas aunque dice haber presentado un millón 300 mil firmas para su nominación; y finalmente Galán, a quien se le atribuye manejos oscuros de dinero a través de la Fundación Luis Carlos Galán, a la cual se han orientado millonarios fondos del Estado. Los dos últimos no aparecen como opciones en las encuestas.
Y en este juego de coaliciones aparece la izquierda (que al contrario de lo que piensan los de la derecha, no está tan extrema) con el “Pacto Histórico”, cuya voz cantante es el exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro, a quién sus salidas en falso le han generado todo tipo de críticas, pero cuyo solo nombre genera terror entre los demás grupos políticos en disputa, por arrasar en todas las encuestas.
Pero Petro también ha estado coqueteando con sectores o personas al margen de la ley, facilitándoles renglones en las listas para congreso, por encima de las críticas de quienes forman parte de su propia coalición. Incluso, Francia Márquez, una lideresa social del Cauca, quien representa los intereses de la afrocolombianidad, ha estado amagando con irse del pacto, si no se le respetan los puestos en las listas para senado y Cámara. Sobre todos estos hechos, Petro ha guardado silencio.
Finalmente queda –entre los más visibles- el candidato Rodolfo Hernández, un ingeniero y exalcalde de Bucaramanga, protagonista de escándalos, hechos bochornosos, y quien también tiene procesos por los cuales lo investiga la Fiscalía General de la Nación. Uno de sus denuncias tiene que ver por la entrega de contratos sin el lleno de requisitos legales y por saltarse los procesos de licitación, para favorecer a uno de sus hijos.
Su inscripción en la Registraduría la hizo con un millón 800 mil firmas. Y aunque en las encuestas siempre aparece como segundo después de Gustavo Petro, su favorabilidad no le daría para disputarse la presidencia en la eventualidad de una segunda vuelta. Dice disponer de más de diez mil millones de pesos para financiar su campaña y para la confección de listas al Congreso les pidió dinero a los candidatos.
Ojalá tengamos en las próximas elecciones, la capacidad para valorar el poder del voto y nos convirtamos en veedores para impedir un nuevo zarpazo a la democracia. Y que los gobernantes que resulten de las urnas, entiendan la máxima latina “Vox populi, vox Dei: “La voz del pueblo es la voz de Dios”.
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