A costa de que los llamados historiadores me lleven
al cadalso; que los políticos modernos que se aprovechan de la historia para
acomodarla a sus fines se unan para acallar mi voz y algunos funcionarios “más
papistas que el papa” reclamen mi excomunión, no puedo abstenerme de escribir
sobre lo que deduzco y pienso del grito de independencia (si lo hubo) que con
tanto patriotismo recordamos los colombianos el 20 de julio.
No sé, si celebrar o entristecerme, con los sucesos
ocurridos en 1810, y que los historiadores (cada cual a su acomodo) han
sublimado para hacer aparecer a ciertos criollos burgueses de la época como los
padres de la patria moderna, y que aún después de 203 años siguen rotándose el
poder en una eterna sucesión de la cual el propio pueblo, consciente o
inconscientemente, hace caso omiso.
Pues bien, ese 20 de Julio de 1810, es recordado
por la “reyerta” (para aplicar el término de los historiadores) entre el
comerciante español José González Llorente y Pantaleón Santamaría, quien acudió a la tienda
ubicada en Calle Real, para solicitar prestado un florero con el cual se
decoraría la mesa del Cabildo con ocasión del homenaje que se le haría al
comisionado quiteño Antonio de Villavicencio. Se trataba de una encerrona
maquinada por los hermanos Francisco y Antonio Morales, para provocar el
incidente.
González Llorente, se negó al pedido y Santamaría
tomó el florero y lo dejó caer, quebrándose en mil pedazos. Ambos se liaron en
la calle con palabras de grueso calibre, lo cual provocó la ira de los
vendedores y los compradores santafereños que intentaron linchar al “chapetón”.
Morales intercedió a favor del comerciante ibérico.
En la gresca González Llorente recibió varios
golpes y naranjazos por parte de los amotinados y tuvo que intervenir el
alcalde de Santa Fe José Miguel Pey, quien ordenó llevarlo a la cárcel para
evitar que la turba enardecida lo linchara. Nadie más resultó lesionado ni
mucho menos muerto. El florero de Llorente, mejor de González Llorente, que
reposa en la Casa del Florero, como se le conoce a la casona en donde
funcionaba el almacén de marras, es simplemente una réplica. El español salió
libre en la noche y un año después regresó a la península junto con su familia,
dadas las presiones políticas locales.
El Acta de
Independencia
En las horas de la tarde se reunieron medio
centenar de destacados señores neogranadinos (léase próceres) bajo la dirección
del regidor José Acevedo y Gómez en lo que se denominó la Junta Suprema de
Santa Fe, para proclamar el Acta de Independencia.
No obstante esta declaración proclamó la
independencia no del Rey de España sino del Gobierno Francés que lo depuso e
invitaba al monarca a continuar gobernando estos pueblos una vez fuera
restituido al trono.
Era más una actitud arrodillada de quienes se
proclamaban como las cabezas visibles de la época, “tacando a dos bandas”, ante
el temor de perder sus bienes en caso de que fracasara la “revolución criolla”
y el Rey Fernando VII, volviera al trono.
El acta de independencia es medrosa y refleja la
actitud pusilánime, temerosa y asustadiza de los señoritos de la época. Sin
embargo, ningún historiador se ha atrevido a hacer un análisis objetivo de la
realidad de la época.
Dice en su aparte central el Acta
del Cabildo Extraordinario de Santa Fe 20 de julio de 1810:
…”y tanto éste como la Constitución de Gobierno
deberán formarse sobre las bases de libertad e independencia respectiva de
ellas, ligadas únicamente por un sistema federativo, cuya representación deberá
residir en esta capital, para que vele por la seguridad de la Nueva Granada, que protesta no abdicar los derechos
imprescindibles de la soberanía del pueblo a
otra persona que a la de su augusto y desgraciado Monarca don Fernando VII,
siempre que venga a reinar entre nosotros, quedando por ahora sujeto este nuevo
Gobierno a la Superior Junta de Regencia, ínterin exista en la Península, y
sobre la Constitución que le dé el pueblo, y en los términos dichos, y después
de haberle exhortado el señor Regidor su Diputado a que guardase la
inviolabilidad de las personas de los europeos en el momento de esta fatal
crisis, porque de la recíproca unión de los americanos y los europeos debe
resultar la felicidad pública, protestando que el nuevo Gobierno castigará a
los delincuentes conforme a las leyes, concluyó recomendando muy
particularmente al pueblo la persona del Excelentísimo Señor Antonio Amar;
respondió el pueblo con las señales de la mayor complacencia, aprobando cuanto
expuso su diputado…
La junta recomendaba al virrey Amar y Borbón para seguir gobernando.
Ante su rechazo, asumió José Miguel Pey, a quien los historiadores reconocen
como el primer presidente de Colombia.
Acta de
Independencia de Cundinamarca
Más directa, sin tapujos y absoluta fue la
proclamación de independencia de Cundinamarca, cuya acta se firmó el 16 de
julio de 1813.
…"de hoy en adelante, Cundinamarca es un
estado libre e independiente, que queda separado para siempre de la Corona y
Gobierno de España y de toda otra autoridad que no emane inmediatamente del
pueblo o de sus representantes..."
El propio Antonio Nariño quien fungía entonces como
gobernador, ratificó la constitución al disponer la destrucción física,
simbólica y legal de las insignias españolas y su sustitución por las de la
República de Cundinamarca.
Sin embargo, tanto la de Cundinamarca como la
neogranadina, son declaraciones sometidas al régimen de la iglesia católica que
para la época ejercía pleno poder y soberanía en los territorios sometidos al
yugo español.
Independencia
de los EE.UU.
Más auténtica y clara fue la declaración de
independencia de los Estados Unidos (4 de julio de 1776), quizás la primera
manifestación de emancipación en los territorios americanos, en donde se
recogen los principios de libertad e igualdad.
Dice el acta leída en Filadelfia:
…”por tanto, nosotros, los Representantes de los
Estados Unidos, reunidos en Congreso General, apelando al Juez supremo del
Universo, por la rectitud de nuestras intenciones, y en el nombre y con la
autoridad del pueblo de estas colonias, publicamos y declaramos lo presente:
que estas colonias son, y por derecho deben ser, estados libres e
independientes; que están absueltas de toda obligación de fidelidad a la corona
británica: que toda conexión política entre ellas y el estado de la Gran
Bretaña, es y debe ser totalmente disuelta, y que como estados libres e
independientes, tienen pleno poder para hacer la guerra, concluir la paz,
contraer alianzas, establecer comercio y hacer todos los otros actos que los
estados independientes pueden por derecho efectuar. Así que, para sostener esta
declaración con una firme confianza en la protección divina, nosotros empeñamos
mutuamente nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor…”
Claro que hoy hay más libertad gracias al influjo y
desarrollo del mundo moderno y el avance de las comunicaciones, pero la
economía impone los criterios políticos y sociales y por ende marca su
desarrollo.
Tal vez los americanos nos liberamos del yugo de
los imperios medievales, pero seguimos sometidos al régimen que nos imponen los
señoritos de prosapia y los sabios que manipulan el oro y el poder de las
armas.
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