Refinería de Cartagena (Foto Minminas)
Imposible
mantenerse al margen del debate en torno a las billonarias inversiones en la
Refinería de Cartagena (Reficar), máxime si quien hace el análisis ha dedicado buena
parte de su vida periodística a estudiar e investigar el comportamiento de la actividad
petrolera y los negocios que giran en torno a esta industria.
Es
tanto lo que se ha dicho en los últimos días –desde que La Contraloría General
de la República decidió denunciar los sobrecostos en los contratos de Reficar-,
que bien podrían escribirse enciclopedias enteras en torno de ese asunto, pero
nadie concreta nada y pareciera que los verdaderos responsables comienzan a
pagar escondederos.
Y
no es para menos, pues el escándalo bien podría ser tanto o cuando menos
similar al caso de corrupción de la estatal brasileña Petrobras y que implica
la responsabilidad de la presidenta Dilma Russef y a los expresidentes Fernando
Henrique Cardoso, Luiz Inácio Lula da Silva y Fernando Collor de Melo.
Lo
curioso, es que, con excepción de algunos medios, muy pocos, por cierto, la
mayor parte de los periodistas se han dedicado a transcribir lo que dicen unos
y otros implicados, sirviendo de idiotas
útiles y de cornetas de resonancia en un proceso que apenas comienza a
moldearse y en el cual ni la Contraloría ni la Fiscalía, han expuesto las
pruebas que servirán para aclarar el asunto y endilgar responsabilidades.
Funcionarios,
exfuncionarios (incluyendo a los expresidentes de Ecopetrol y de Reficar) y
hasta los sindicalistas han comenzado a buscar la manera de salvar su
responsabilidad y sacarle el cuerpo al mayor peculado que jamás se haya visto
en toda la historia de Colombia.
Como
periodista independiente asesoré al senador Hugo Serrano Gómez (fallecido el 29
de junio de 2010) e hice algunas investigaciones que le sirvieron de base para
formular denuncias y realizar debates de control político tanto en la Comisión
Quinta como en la plenaria del Senado, parte de lo cual quedó registrado en las
columnas suscritas por él, en el diario Vanguardia Liberal de Bucaramanga.
Otras muchas cosas que se dijeron quedaron en los archivos muertos del Congreso
de la República.
Fue
el mismo Serrano quien en febrero de 2009 se pronunció en torno a la
inconveniencia de vender el 51 % de la Refinería de Cartagena. En un
debate en la Comisión Quinta sostuvo que era “un pésimo negocio en donde el
Estado llevaba las de perder” y advertía que la suiza Glencore “no tenía experiencia
en refinación, una actividad rentable y de poco riesgo en la industria
petrolera”.
En ese entonces, la refinación le
representaba a Ecopetrol el 65% de sus ingresos, pero la mayoría de los
miembros de la comisión acogieron las palabras de Serrano (pese al respeto que
se le brindaba) con escepticismo y porque respaldarlo implicaba el riesgo de
perder las gabelas y la burocracia que se les ofrecía tanto en la estatal
petrolera como en el Ministerio de Minas y Energía cuyo titular era Hernán
Martínez Torres.
Ecopetrol no tenía entonces
dificultades ni mucho menos apuros económicos. Al contrario, era una empresa
muy bien posicionada en el mercado mundial y la venta de la refinería a
Glencore, se hizo por imposición del presidente de la época, Álvaro Uribe
Vélez.
La negociación le cayó como anillo
al dedo al ministro Martínez Torres, amigo de las transnacionales, expresidente
de Intercor, filial de Exxon Mobil para el desarrollo del complejo minero
carbonífero del Cerrejón Zona Norte, de quien se decía era propietario de
algunas minas de carbón y muy allegado a la Glencore.
Ecopetrol por entonces, anunciaba
millonarias inversiones en una refinería en Centroamérica y destinaba recursos
para exploración en Perú, Brasil y el Golfo de México. ¿Luego entonces –como lo
dijo Serrano Gómez- Si hay tanta experiencia en Ecopetrol, para qué salir de
Reficar?
Una vez se hizo el negocio en 2006,
Glencore recibió todo tipo de exenciones tributarias y la Refinería de
Cartagena fue declarada zona franca para facilitarles sin el pago de aranceles
la importación de mercancías. Incluso, recibió subsidios del presupuesto
nacional, como productor de combustibles, por más de US$300 millones.
Tres años después (27 de mayo de
2009), Ecopetrol volvió a quedarse con la refinería mediante una fórmula que le
permitió readquirir el 51 % de las
acciones compradas en subasta pública por la Glencore, pagándole, además a la
transnacional US$200 millones invertidos en Reficar, y de paso la salvó de
cancelar cláusulas penales por incumplir los contratos y le limpió su pasado
para continuar con el resto de sus negocios en Colombia.
El Gobierno de Uribe fue permisivo
con la Glencore, pues le facilitó todo tipo de maniobras, desde cuando ganaron
la subasta pública en 2006, en virtud a los ofrecimientos que hicieron, dejando
a los demás proponentes por fuera del negocio. Aunque el contrato derivado del
proceso es ley para las partes, los funcionarios colombianos se hicieron los de
la vista gorda.
En 2007 la compañía norteamericana
Chicago, Bridge and Iron (CB&I) se encargó de la ampliación de la refinería
por cuenta de la Glencore. El costo total anunciado por la época fue de
US$2.700 millones, que poco a poco fue creciendo, hasta llegar a US$4.500
millones al recibir Juan Manuel Santos el mandato en 2010 y se cambió la
modalidad del contrato a gastos reembolsables.
Hoy el costo de la reconstrucción de
la refinería sobrepasa los US$8.000 millones de dólares (más de $24 billones) y
los sobrecostos podrían ser superiores a los US$4.000 millones ($12 billones) por
lo cual deben responder los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel
Santos, sus ministros de Hacienda, Juan Carlos Echeverry (actual presidente de
Ecopetrol), Oscar Iván Zuluaga, Mauricio Cárdenas y los
presidentes de Ecopetrol Isaac Yanovich y Javier Gutiérrez Pemberty; así como
los directivos de Reficar e incluso a las directivas de la USO.
Cuando se está en el servicio
público se peca por acción o por omisión y todos estos funcionarios lo hicieron
en materia grave y le provocaron un detrimento patrimonial al Estado. Pues
entonces que le respondan a los colombianos como debe ser.
Ojalá que estos hechos no queden
como siempre en simples denuncias, recriminaciones entre los gobernantes, un
escándalo sin repercusiones legales y que a la larga seamos los colombianos
quienes paguemos en impuestos disfrazados el costo de la corrupción rampante.
Nota al margen:
Hernán Martínez Torres, Ingresó
al gobierno de Uribe como ministro de Minas y Energía, luego de ocupar
importantes posiciones en Atunec S.A., Exxon Mobil Colombia S.A. e
International Colombia Resources Corp. Salió del gobierno en 2010 y pasó
a ocupar la presidencia de Medoro
Resources, una compañía canadiense dedicada a la extracción de oro, acusada en
Colombia de explotar comunidades indígenas. En noviembre del año pasado fue
condenado por la Contraloría General de la República a devolver $60.029
millones por modificar el cálculo de regalías en un contrato de Prodeco,
empresa de propiedad de Glencore, dedicada a la explotación de carbón.
Excelente radiografía de la situación, qué tristeza que nos vean la cara y sigamos así... Como ovejas al matadero
ResponderEliminar