El ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas y el
Gerente del Banco de la República, José Darío Urbe, aprovecharon que la mayoría
de los colombianos están hoy sumidos en el marasmo que les genera la
posibilidad de contraer el virus del zika, para mostrar, con frialdad pasmosa,
las cifras que colocan a Colombia –así traten de negarlo- en el peor escenario
económico y de inviabilidad financiera internacional.
Ambos funcionarios, expertos en enredarle la pita a
los colombianos que poco o nada se interesan por los asuntos serios del país,
anunciaron (como si nada pasara) que la
deuda externa asciende hoy a US$110.423 millones de dólares, lo que representa
el 37.5 % del PIB (Producto Interno Bruto). Es decir lo que valen la producción
interna, los bienes y servicios finales en toda Colombia durante el último año.
El mayor crecimiento de la deuda se registra a
partir de octubre de 2015, cuando el dólar comenzó a superar la barrera de los
$2.000, mientras que el precio del crudo comenzó a caer vertiginosamente.
A diciembre de 2015 el PIB en Colombia era de US$
294.462 millones (poco más de $996 billones, al precio de cambio actual), con
un crecimiento del 10 % anual, mientras que la deuda externa de Colombia
aumentó, utilizando las cifras del Banco de la República, en el mismo periodo
de 2015, en 12,2 puntos con relación a 2014.
Por su parte, las reservas internacionales de
Colombia, sin contabilizar el último trimestre de 2015, alcanzaban un total de US$46.726,37
millones y los analistas calculan que en el primer trimestre de 2016 se operará
un fuerte descenso como consecuencia de la reducción en la inversión extranjera
y la caída en las exportaciones.
Como se puede ver, el panorama económico nacional se
muestra bastante oscuro para los colombianos, que además de las graves
consecuencias del fenómeno del niño, deberán hacerle frente a los estragos de
la corrupción, cuyos efectos se nos trasladarán convertidos en más impuestos tanto
locales como nacionales.
Ni que decir de lo que se nos viene encima a partir
de la firma de la paz (que ya es un hecho), pues el gobierno tendrá que pensar
en acomodar política y burocráticamente a los guerrilleros que tendrán que ser
reintegrados a la sociedad y convenir con el sector privado fórmulas para absorber
esa nueva masa laboral.
Y mientras tanto, los colombianos nos quedamos
lelos ante el optimismo desbordante del Ministro de Hacienda y su amanuense en
el Banco de la República, que pretenden tapar el sol con las manos y hacernos
creer que todo está bien cuando todo anda mal.
Nos hicieron creer que Colombia era un país
petrolero, cuando ni siquiera alcanzábamos a ser un país medianamente
exportador de crudos y acabaron con la gallinita de los huevos de oro. Nos
dijeron que el futuro estaba en la minería y acabaron con el campo y la
producción nacional. Firmamos unos tratados de libre comercio cuando el país no
estaba preparado ni industrial ni comercialmente y caímos en la enfermedad
holandesa. Y Para colmo de males seguimos vendiendo las empresas rentables del
Estado y destruyendo nuestros recursos naturales.
Y los colombianos más preocupados hoy con el
Carnaval de Barranquilla, la frivolidad de los reinados de belleza y la trivialidad
de ciertos programas de televisión, “nos hacemos los locos” mientras los “genios
de las finanzas nacionales” empeñan al país y acaban el patrimonio nacional.
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