Yo que nací bajo el fragor de las
balas de los “chulavitas” y los gritos desentonados de liberales y conservadores; que
sobreviví en Bucaramanga –mi tierra amada- a la violencia política que siguió
tras la muerte de Jorge Eliécer Gaitán; que vi cómo se alzaban las llamas
provocadas por la intransigencia política que redujeron a cenizas el diario “El Demócrata” en el cual mi padre José
Antonio Mantilla Gómez defendía ideas liberales; que soporté al lado de mi
madre y mis hermanos el desplazamiento forzado; que en nuestro trasegar,
huyendo por las montañas de Antioquia, desde muy niño conocí el llanto y la
desesperanza de mujeres que veían caer a sus esposos e hijos doblegados por el
filo de los machetes y las balas asesinas de una violencia, que seguramente se
encontraron gratuitamente en su camino; que tuve que formar mi carácter
soportando la muerte y desolación que dejaron los “pájaros” en los campos del Valle del Cauca; que vi
caer a estudiantes y trabajadores en las calles bogotanas por reclamar los
derechos que gobiernos despóticos les arrebataban; que vi nacer y crecer a las
guerrillas de las FARC, el ELN, el EPL, el M-19; que escuché el ruido de las armas
de ejércitos privados amparados en la oficialidad; que vi como los vergeles sucumbieron
frente a las yerbas malditas y murieron los peces por la contaminación de los
ríos. Yo que viví muy de cerca los horrores de la guerra, no quiero que se
repita esta historia para mis hijos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario