martes, 5 de noviembre de 2013

LA SALUD SE MUERE Y LA REFORMA NO ARRANCA



El Defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora, le pidió al ministro de Salud, Alejandro Gaviria, que explique las medidas de choque, incluidas en el proyecto de ley ordinaria, para contener un colapso en la salud de los colombianos.

La alarma fue activada por el Distrito Capital, en donde es inminente el cierre de los hospitales Simón Bolívar, El Tunal, Santa Clara, La Victoria y Kennedy, todos de tercer nivel de complejidad; lo mismo que los de Engativá, Suba, y Meissen, de segundo Nivel.

Pero la situación de crisis no se vive solo en Bogotá sino que se extiende a todo el país, por la deuda de más de 12 billones de pesos que las Empresas Promotoras de Salud (EPS), tienen con 5.524 hospitales, clínicas y centros de salud públicos y privados.

Como consecuencia de ello, el 36 por ciento de los hospitales públicos de primer, segundo y tercer nivel de complejidad están en este momento en alto riesgo de ser declarados inviables, según el Defensor del Pueblo.

El problema es que el actual sistema permite que las EPS, que son unas intermediarias de salud, remitan a los pacientes a los hospitales y clínicas y solo les pagan –si bien les va y no entran en quiebra como muchas-, a partir del tercer mes y en la mayoría de los casos se demoran más de un año para cancelar las deudas.

Los hospitales y clínicas tienen que asumir de sus propios recursos, no solo la atención de los pacientes sino también los medicamentos y tratamientos, algunos de ellos de gran complejidad.

Para la Defensoría del Pueblo, “esta crisis hizo metástasis y está comprometiendo directamente la prestación del servicio de salud de los colombianos, está costando vidas de compatriotas y afectando de manera directa y grave a la población que está bajo especial protección constitucional”.

Pese a la emergencia en el sistema de salud, el Congreso sigue evadiendo su responsabilidad en el estudio de la reforma, cuyo proyecto se encuentra anclado en la Comisión Séptima de la Cámara.

En las últimas semanas se han gestado movimientos y marchas en todas las ciudades en contra de la iniciativa, porque según algunas organizaciones empeora aún más la práctica médica, fortalece el mercantilismo de la salud a través de las EPS, que sólo cambian de nombre y habilita a hospitales y clínicas para entregar títulos en especializaciones.

Aún, así, el ministro Gaviria –que es un economista de una prestigiosa universidad-, parece pensar más en el fortalecimiento financiero de las EPS particulares que en el mejoramiento de las condiciones y la dignidad de los pacientes.

Desde distintos sectores se ha insistido para que el proyecto sea sometido a una nueva revisión y con la participación de todos, se genere una verdadera reforma, que elimine de una vez, la intermediación existente, se concentre en el Estado el manejo económico del sistema, se impida el retorno a la politización y el clientelismo en la salud y se acabe con el paseo de la muerte.
                                   
No sé, si a propósito o no, este tipo de proyectos siempre coinciden con los procesos electorales, con lo cual los lobistas de la salud permean las conciencias de los congresistas, sobornan a muchos de ellos con la financiación de sus campañas y al final, solo quedan las buenas intenciones y la frustración de los colombianos, como ocurrió en 2004.

 

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