El anuncio del Presidente Juan Manuel Santos de
aspirar a la reelección, es un hecho cantado, pese a las zancadillas que le han
puesto desde algunas orillas de la política, para impedirle llegar por segunda
vez al poder, para asegurar y moldear el proceso de paz, que no concluirá con
la sola firma de un pacto en La Habana, Cuba.
El hecho es que Santos quien inició el proceso –que
ya ha pasado dos duras pruebas-, es el único que le garantiza al país, que la
paz será un hecho y la reconciliación vendrá a los colombianos luego de 50 años
de una historia que los mayores no quisiéramos que continuaran viviendo nuestros
hijos ni mucho menos que se repitiera con nuestros nietos.
En su aspiración lo respaldarán sin ambages todas
las fuerzas de la unidad nacional, pues la reelección es una figura que aunque
muchos colombianos la detestamos, incluyéndolo a él, está ahí en la
Constitución, lo cual es una opción que no puede desaprovecharse.
La reelección fue planteada y aprobada por su
antecesor, a quien ahora no le parece buena, después de ocho años de incitar a
la guerra y buscar otros cuatro años – lo que afortunadamente no se dio-, con lo cual el país se habría ido a pique y
hoy lo estaríamos lamentando.
Y si por alguna razón en la primera vuelta –lo cual
es casi imposible- no se obtienen las mayorías necesarias, los partidos de
izquierda como el Polo y ahora la Unión Patriótica (UP), coadyuvarán para que
Santos continúe en el poder y se despeje el camino hacia la concordia nacional.
Los acuerdos logrados en la mesa de negociaciones
de la Habana entre las FARC y el Gobierno Nacional, permiten vislumbrar cambios
fundamentales en la Colombia campesina y la adopción de políticas públicas
encaminadas a estructurar una reforma agraria con la participación activa de
todos los colombianos.
En el aspecto político, las regiones tendrán una
participación directa e incluyente, ampliándose las opciones ciudadanas;
garantizando la democratización en el acceso a los medios de comunicación; la
estructuración de un estatuto de la oposición y el fortalecimiento de las
garantías y la seguridad para que hechos como el exterminio de la Unión
Patriótica, jamás vuelvan a ser un referente en nuestro país.
Vendrán ahora otros puntos en torno a los cuales
–según las comisiones de diálogo- ya hay avances importantes, como en el
relativo a las drogas ilícitas y el narcotráfico, respecto de los cuales el
propio Presidente Santos ha planteado la necesidad de una discusión abierta
sobre nuevas formas de combatir el flagelo. Seguirá luego lo relativo a la
reparación a las víctimas y el abandono de las armas.
Y, los enemigos de la paz, que cada vez están
quedando más en evidencia ante el país, insisten en buscarle trabas al proceso
en Cuba, descalificando la labor del Presidente Santos, porque se atrevió a
asegurar que en Colombia si existía un “conflicto armado” y darle -según el ex presidente Álvaro Uribe- estatus de
beligerancia a las FARC, sin lo cual hoy no estuvieran sentados en la mesa de
negociaciones.
Por esa postura del Presidente Santos existe hoy
una ley de víctimas y restitución de tierras, se ha desmitificado el concepto
según el cual el Estado no puede ser considerado victimario, eludiendo su
responsabilidad en el conflicto interno y se ha avanzado para que los actores
admitan la verdad, la justicia y la reparación y sin temor se pida el perdón,
que constituye el primer paso a la
reconciliación.
Gracias a ello, en los tribunales internacionales
se ha logrado avanzar, en casos que, como el del Palacio de Justicia, gobiernos
anteriores buscaron la prescripción y su impunidad, razones por las cuales se
le tilde hoy a Santos desde las filas uribistas de “traidor”, como si la
lealtad implicara ser complaciente con el crimen y la injusticia.
La paz no es una obsesión de Santos. Es el derecho y la aspiración que
tenemos todos los colombianos y por ello,
bien vale la pena su reelección.
Nota al margen
En esta carrera por la paz es necesario que algunos
funcionarios dejen de ser tan locuaces y asuman su gestión con humildad, para
que el Jefe del Estado pueda hacer bien la tarea. Suficiente tiene con la
oposición a ultranza de sus detractores para tener que salir a defender a
subalternos por sus caprichos mediáticos.
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