La campaña del uribista Óscar Iván Zuluaga, nació,
creció y sigue marcada por la ilegalidad, las triquiñuelas, y la utilización de
procedimientos en donde todo se vale para subir en las encuestas, atravesarse al proceso de paz y ganar las elecciones, pasando por encima de las legítimas
aspiraciones del pueblo colombiano.
Lo que está ocurriendo hoy, a sólo unos días de las
elecciones, desborda la imaginación de los analistas políticos y cambia el
panorama que hasta hace unos días nos mostraban las encuestas ordenadas por la
gran prensa, pero pagadas por empresarios privados, propietarios de las casas
periodísticas y de las grandes cadenas de radio y televisión en Colombia.
Pero algo alcanzábamos a vislumbrar en el panorama,
pues nada bueno podía resultar de una campaña que nació del odio de quien
durante ocho largos años gobernó al país no con la cabeza fría de un estadista
sino con el hígado caliente de un tirano.
¿Que se podía esperar de Álvaro Uribe Vélez, que
armó de entre sus amanuenses la lista para el Congreso, -algunos de ellos
vinculados directa o indirectamente al paramilitarismo y a la ilegalidad-;
fabricó al candidato presidencial y arrodilló a quien lo acompañó como su
vicepresidente?
Uribe Vélez, Zuluaga y “Pacho” Santos, constituyen
la “tripleta del mal”. Todos ellos de una u otra forma han estado signados por
el paramilitarismo.
Al senador electo, se le ha vinculado con el
paramilitarismo, el narcotráfico, las intervenciones ilegales a sus
contradictores, políticos, periodistas y magistrados; denuncias de las cuales
conocen la Fiscalía, los jueces de la República, la Comisión de Investigaciones
y Acusaciones de la Cámara y la Corte Penal Internacional. Alrededor de su
nombre y sus actividades como alcalde de Medellín, gobernador de Antioquia,
director de la Aeronáutica Civil y presidente de Colombia, se han escrito
varios libros, que bien pueden constituirse en auto cabeza de proceso. Entre
ellos “El señor de las sombras” de Joseph
Contreras y Fernando Garavito; “El clan de los 12 apóstoles” de Olga Behar;
“Los jinetes de la cocaína” de Fabio Castillo y el más reciente “Amando a
Pablo, odiando a Escobar”, de Virginia Vallejo.
A Zuluaga, el año pasado, la Fiscalía le archivó el
expediente en el cual se le vinculaba con las autodefensas del Magdalena medio
lo cual para muchos observadores y analistas políticos, se hizo –después de
varios años de abierto el expediente-, de manera apresurada, para permitirle
llegar “limpio” a la candidatura que asumió a finales del año pasado. Igual
procedimiento adoptó la Procuraduría General de la Nación. Ni siquiera se tuvo
en cuenta una investigación de la Fundación Arco Iris, que demostraba la
expansión del poder electoral de Zuluaga en las zonas de dominio del
paramilitarismo.
Respecto de “Pacho” Santos, el país no tiene
memoria. Santos, el hoy escudero de Zuluaga, visitó a Salvatore Mancuso,
comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) autor de masacres,
desplazamientos y crímenes, para proponerle la constitución del Bloque Capital
de las AUC. La reunión según el propio Mancuso, tuvo lugar a mediados del
Gobierno de Samper en una finca ubicada en la vereda El Volador, en el
municipio de Tierra Alta, Córdoba.
Mancuso desmovilizado en 2005 y extraditado a
Estados Unidos en 2008, aseguró ante la Fiscalía que “Francisco Santos no sólo
pareció interesado, sino identificado con nuestras posiciones antisubversivas”,
y manifestó su interés por que las autodefensas pudieran replicar ese modelo en
Bogotá. Luego hubo un encuentro en Bogotá y Santos escribió una columna
denominada “proyecto contrainsurgente” fechada el 27 de abril de 1997, en la
cual manifiesta apoyo a la causa paramilitar. Luego, el 27 de junio de 1999 en
un artículo titulado “Mesa de cuatro patas”, ratificó su posición con las
autodefensas. (Ver columnas en este blog)
Como se puede apreciar, no se le pueden pedir peras
al olmo, ni mucho menos pretender que quienes asumen posturas fascistas (para
decirlo sin eufemismos), vayan a actuar ceñidos a la ley, pues los tres han
sido cómplices de auspiciar el paramilitarismo, las chuzadas, los falsos
positivos, los choques eléctricos para someter a los estudiantes y la
“Yidispolítica”, que condujo a la reelección y la corrupción rampante.
Esta “trípleta del mal” no podrá ocultar jamás sus
verdaderos propósitos, así se escondan tras la sonora sigla del “Centro
Democrático”.
Columnas de
Francisco Santos Calderón publicadas en el diario EL TIEMPO:
Bogotá D.C., 29 de abril de 1997
Proyecto
Contrainsurgente
Después de
tres intentos en los que la Accu (Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá)
se negó a crear un movimiento único contrainsurgente, finalmente la semana
pasada aceptó formar parte de las Autodefensas Unidas de Colombia.
Qué pasó en
el entretanto? Qué significado tiene esta unión? Qué retos les plantea al
Estado, a las FF.MM., a la guerrilla y a la sociedad? Hasta dónde puede llegar
la conformación de un proyecto político de derecha? Cuánta gente les está
apostando? La verdad es que esa unión se dio en unas condiciones muy
específicas. Y así tenga una organización jerárquica bien estructurada, el
mando no me cabe la menor duda queda en manos de las Accu y su jefe máximo,
Carlos Castaño. Quien, a decir verdad, es un estratega militar y político que
les ha dado a las autodefensas o paramilitarismo, como se las quiera llamar un
cariz completamente distinto del que antes tenían esos grupos en el Magdalena
Medio o en el Llano.
La verdad, el
país hoy se enfrenta a un movimiento político-militar con arraigo en distintas
clases sociales incluso en las populares y que surge del vacío que dejó el
Estado ante la ineficacia de sus Fuerzas Armadas y los abusos de la guerrilla
contra la población civil.
No nos
equivoquemos. Aquí hay una nueva organización que si bien tuvo en su momento
nexos en muchos casos más de complacencia y de voltear la cara que de ayuda
efectiva con las Fuerzas Armadas, la semana pasada declaró su independencia al
reivindicar la liberación de un secuestrado y la muerte de siete guerrilleros.
Cambio de
táctica que la enfrenta con las Fuerzas Armadas que no quedan muy bien ante
este tipo de operaciones, que bien escasas son, por lo menos en lo que al
aparato de seguridad del Estado se refiere pero le realza un perfil político
que antes no tenía.
Ante la
conformación de un ejército contrainsurgente solo se puede esperar una violenta
reacción de la guerrilla. Que además de ver cómo pierde territorios tan
importantes como Córdoba, Urabá y Cesar, ahora tendrá que enfrentarse, a corto
plazo, a una lucha enconada por territorios del corazón del país y los Llanos
Orientales.
Claro, esta
agudización del conflicto que va a llegar a niveles que jamás hemos visto en
nuestro país (incluyo las épocas de los carros bomba del narcotráfico) acabará
teniendo como víctimas directas como siempre a los civiles.
Que entre
otras cosas son la razón por la cual surgen las autodefensas. Y la razón por la
cual se formaron las actuales guerrillas. Irónico, no! Se puede parar ese tren
de violencia que se nos avecina? Difícil, pues la dinámica y la lógica que
imperan son las contrarias. Ya vimos la reacción de las Farc a lo que sucede en
Urabá (el carro bomba de Apartadó). Y la de las Accu, que no se hizo esperar:
ejecuciones y desapariciones selectivas en toda la región.
Pero hay una
luz que quizás al final logre detener parte de esa barbarie: la humanización
del conflicto. Que les interesa a las autodefensas. Y al Eln. Pero no a las
Farc, que en un acto máximo de soberbia ni siquiera reconocen que secuestran.
Es más,
durante el secuestro de los familiares de sus dirigentes y en el caso de los
militares retenidos muestran una actitud de total inobservancia de las más
mínimas reglas de humanización de la guerra. Pues mientras las Accu permitían a
los familiares comunicación periódica y contacto permanente con la Cruz Roja,
hoy las familias de los soldados no saben de la suerte de sus hijos o hermanos.
De ahí que se
vaya a extender el conflicto autodefensas-guerrilla a todo el país. Con los
ciudadanos como protagonistas, que, además, siempre acaban pagando el pato.
Con dos
factores objetivos que lo hacen más grave. Primero, la total inoperancia de un
Estado, que ya ni siquiera cree en su capacidad preventiva o represiva un
contratista extranjero se va olímpicamente en reconocimiento de esta
impotencia. Segundo, el triunfalismo de una guerrilla ciega, que con sus abusos
está alineando a un sector crítico de la población civil en su contra y con
ello puede estar sembrando la semilla de su destrucción.
Las preguntas
obvias son: a qué costo?, hasta cuándo? Todo depende del ciudadano y de su
nivel de tolerancia para lo que se nos viene. Allí se centra el desenredo de
ese nudo gordiano al cual aprietan por todos los lados.
Bogotá D.C.,
27 de junio de 1999
Mesa De
Cuatro Patas
Sé de lo que
me van a tildar por escribir esta columna: de derechista, paramilitar, violador
de derechos humanos, etc. Pero como en nuestro país el susto prevalece y la
gente se cuida de no decir las cosas entre otras porque las palabras pueden
costarle a uno la vida, muchas de nuestras realidades no se conocen o quedan
marginadas en algún panfleto o en un estudio académico.
De ahí que no
sea raro que siempre nos sorprendan esos hechos, que son evidentes desde años
atrás, pues, en el fondo, este país está totalmente desinformado. Muchas de
esas realidades Colombia no las ha visto o no las ha querido ver.
Como la del
matrimonio narcotráfico-política, que era evidente desde mediados de los 80 y
que solo vino a sorprendernos en el 94, con la elección de Samper. O la de la
narcoeconomía, que lleva diez años en ebullición y solo ahora, con este
desinfle, nos damos cuenta de la burbuja económica en que vivíamos.
Otra es el
fenómeno paramilitar. Del que han advertido desde su orilla ideológica las Farc
y el Eln con gran insistencia, pues su accionar ha tenido tremendas
repercusiones políticas, militares, sociales y de derechos humanos en nuestro
país. De ahí que hayan colocado como tema prioritario la acción del Estado contra
estos grupos como precondición de la negociación.
Lo que no
entienden los grupos guerrilleros y mucho menos el Estado ni hablar de los
gobiernos, que hace rato no entienden nada es que ese fenómeno, que nació de
las entrañas de la misma violencia guerrillera, hoy es todo un ejército
insertado en el conflicto, al que ni las Fuerzas Armadas ni la guerrilla van a
poder derrotar.
Esa es la
verdad monda y lironda, nos guste o no. Y las realidades militares con sus
consecuencias políticas me darán la razón. Es más, si se analiza el conflicto
de manera desprevenida, se encuentran suficientes hechos que demuestran lo
dicho.
Hoy, la
situación militar de la zona norte del país es distinta de la de hace tres
años. Quedan frentes guerrilleros en los Montes de María, en la Sierra y en el
Perijá, que bajan y realizan operaciones, pero perdieron el control efectivo de
la actividad económica y eso, en el fondo, es perder la zona.
El
crecimiento del paramilitarismo que dice tener cinco mil ochocientos hombres es
innegable. Y de estar localizado exclusivamente en Córdoba, hoy tiene presencia
real en todo el país. Si se le añade a esto su propuesta política, lo que se
vislumbra es un movimiento armado que, sin poder llegar a ganar la guerra
ninguno de los actores armados lo puede lograr, va a volver la negociación una
mesa no de tres, sino de cuatro patas.
La gran
pregunta que todos nos hacemos es: cómo se financian? Sin duda, aprendieron
rápidamente la lección. Cobran impuestos a los narcotraficantes eso en el sur se
le llama gramaje, extorsionan a las empresas que le pagan ese impuesto a la
guerrilla y boletean a los hacendados asediados por la subversión, con un
diferencia: les cobran una tercera parte y les garantizan que, cuando los
saquen de la zona, les dejan de cobrar.
Que esa
realidad militar tiene un altísimo costo en vidas humanas y en terribles
violaciones de los derechos humanos nadie lo puede negar. Como tampoco el hecho
de que hay un componente de negocio detrás de este fenómeno, pues las tierras
sin guerrilla por lo menos recuperan su valor.
Pero no
olvidemos que la gasolina que alimenta ese fuego son el secuestro y los abusos
cometidos por la guerrilla contra la población civil. De allí nacen los Castaño
y su base social y económica. Base que ha crecido a la par con los abusos de la
guerrilla en el resto del país y la creciente indefensión de la gente por la
ineficacia del aparato militar del Estado.
En una
encuesta reciente hecha en 16 ciudades de distinto tamaño, a la pregunta de si
el Gobierno debería atacar a los paramilitares, el 82 por ciento contestó que
no! Si a ese tácito apoyo o, por lo menos, credibilidad militar se le agregan
hechos como el de la iglesia de La María o el asesinato de los doce religiosos
en el Caquetá, mejor preparémonos para tener paramilitares para rato.
Así no nos
guste, esa es la verdad. Y pueden llamarme vocero del paramilitarismo o
justificador de las violaciones de derechos humanos, que nada de eso va a
cambiar esta evidente realidad.
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