lunes, 19 de mayo de 2014

LA TRIPLETA DEL MAL

La campaña del uribista Óscar Iván Zuluaga, nació, creció y sigue marcada por la ilegalidad, las triquiñuelas, y la utilización de procedimientos en donde todo se vale para subir en las encuestas, atravesarse al proceso de paz y ganar las elecciones, pasando por encima de las legítimas aspiraciones del pueblo colombiano.

Lo que está ocurriendo hoy, a sólo unos días de las elecciones, desborda la imaginación de los analistas políticos y cambia el panorama que hasta hace unos días nos mostraban las encuestas ordenadas por la gran prensa, pero pagadas por empresarios privados, propietarios de las casas periodísticas y de las grandes cadenas de radio y televisión en Colombia.

Pero algo alcanzábamos a vislumbrar en el panorama, pues nada bueno podía resultar de una campaña que nació del odio de quien durante ocho largos años gobernó al país no con la cabeza fría de un estadista sino con el hígado caliente de un tirano.

¿Que se podía esperar de Álvaro Uribe Vélez, que armó de entre sus amanuenses la lista para el Congreso, -algunos de ellos vinculados directa o indirectamente al paramilitarismo y a la ilegalidad-; fabricó al candidato presidencial y arrodilló a quien lo acompañó como su vicepresidente?

Uribe Vélez, Zuluaga y “Pacho” Santos, constituyen la “tripleta del mal”. Todos ellos de una u otra forma han estado signados por el paramilitarismo.

Al senador electo, se le ha vinculado con el paramilitarismo, el narcotráfico, las intervenciones ilegales a sus contradictores, políticos, periodistas y magistrados; denuncias de las cuales conocen la Fiscalía, los jueces de la República, la Comisión de Investigaciones y Acusaciones de la Cámara y la Corte Penal Internacional. Alrededor de su nombre y sus actividades como alcalde de Medellín, gobernador de Antioquia, director de la Aeronáutica Civil y presidente de Colombia, se han escrito varios libros, que bien pueden constituirse en auto cabeza de proceso. Entre ellos “El señor de las sombras” de  Joseph Contreras y Fernando Garavito; “El clan de los 12 apóstoles” de Olga Behar; “Los jinetes de la cocaína” de Fabio Castillo y el más reciente “Amando a Pablo, odiando a Escobar”, de Virginia Vallejo.

A Zuluaga, el año pasado, la Fiscalía le archivó el expediente en el cual se le vinculaba con las autodefensas del Magdalena medio lo cual para muchos observadores y analistas políticos, se hizo –después de varios años de abierto el expediente-, de manera apresurada, para permitirle llegar “limpio” a la candidatura que asumió a finales del año pasado. Igual procedimiento adoptó la Procuraduría General de la Nación. Ni siquiera se tuvo en cuenta una investigación de la Fundación Arco Iris, que demostraba la expansión del poder electoral de Zuluaga en las zonas de dominio del paramilitarismo.

Respecto de “Pacho” Santos, el país no tiene memoria. Santos, el hoy escudero de Zuluaga, visitó a Salvatore Mancuso, comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) autor de masacres, desplazamientos y crímenes, para proponerle la constitución del Bloque Capital de las AUC. La reunión según el propio Mancuso, tuvo lugar a mediados del Gobierno de Samper en una finca ubicada en la vereda El Volador, en el municipio de Tierra Alta, Córdoba.
Mancuso desmovilizado en 2005 y extraditado a Estados Unidos en 2008, aseguró ante la Fiscalía que “Francisco Santos no sólo pareció interesado, sino identificado con nuestras posiciones antisubversivas”, y manifestó su interés por que las autodefensas pudieran replicar ese modelo en Bogotá. Luego hubo un encuentro en Bogotá y Santos escribió una columna denominada “proyecto contrainsurgente” fechada el 27 de abril de 1997, en la cual manifiesta apoyo a la causa paramilitar. Luego, el 27 de junio de 1999 en un artículo titulado “Mesa de cuatro patas”, ratificó su posición con las autodefensas. (Ver columnas en este blog)

Como se puede apreciar, no se le pueden pedir peras al olmo, ni mucho menos pretender que quienes asumen posturas fascistas (para decirlo sin eufemismos), vayan a actuar ceñidos a la ley, pues los tres han sido cómplices de auspiciar el paramilitarismo, las chuzadas, los falsos positivos, los choques eléctricos para someter a los estudiantes y la “Yidispolítica”, que condujo a la reelección y la corrupción rampante.

Esta “trípleta del mal” no podrá ocultar jamás sus verdaderos propósitos, así se escondan tras la sonora sigla del “Centro Democrático”.




  




Columnas de Francisco Santos Calderón publicadas en el diario EL TIEMPO:


Bogotá D.C., 29 de abril de 1997

Proyecto Contrainsurgente


Después de tres intentos en los que la Accu (Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá) se negó a crear un movimiento único contrainsurgente, finalmente la semana pasada aceptó formar parte de las Autodefensas Unidas de Colombia.

Qué pasó en el entretanto? Qué significado tiene esta unión? Qué retos les plantea al Estado, a las FF.MM., a la guerrilla y a la sociedad? Hasta dónde puede llegar la conformación de un proyecto político de derecha? Cuánta gente les está apostando? La verdad es que esa unión se dio en unas condiciones muy específicas. Y así tenga una organización jerárquica bien estructurada, el mando no me cabe la menor duda queda en manos de las Accu y su jefe máximo, Carlos Castaño. Quien, a decir verdad, es un estratega militar y político que les ha dado a las autodefensas o paramilitarismo, como se las quiera llamar un cariz completamente distinto del que antes tenían esos grupos en el Magdalena Medio o en el Llano.

La verdad, el país hoy se enfrenta a un movimiento político-militar con arraigo en distintas clases sociales incluso en las populares y que surge del vacío que dejó el Estado ante la ineficacia de sus Fuerzas Armadas y los abusos de la guerrilla contra la población civil.

No nos equivoquemos. Aquí hay una nueva organización que si bien tuvo en su momento nexos en muchos casos más de complacencia y de voltear la cara que de ayuda efectiva con las Fuerzas Armadas, la semana pasada declaró su independencia al reivindicar la liberación de un secuestrado y la muerte de siete guerrilleros.

Cambio de táctica que la enfrenta con las Fuerzas Armadas que no quedan muy bien ante este tipo de operaciones, que bien escasas son, por lo menos en lo que al aparato de seguridad del Estado se refiere pero le realza un perfil político que antes no tenía.

Ante la conformación de un ejército contrainsurgente solo se puede esperar una violenta reacción de la guerrilla. Que además de ver cómo pierde territorios tan importantes como Córdoba, Urabá y Cesar, ahora tendrá que enfrentarse, a corto plazo, a una lucha enconada por territorios del corazón del país y los Llanos Orientales.

Claro, esta agudización del conflicto que va a llegar a niveles que jamás hemos visto en nuestro país (incluyo las épocas de los carros bomba del narcotráfico) acabará teniendo como víctimas directas como siempre a los civiles.

Que entre otras cosas son la razón por la cual surgen las autodefensas. Y la razón por la cual se formaron las actuales guerrillas. Irónico, no! Se puede parar ese tren de violencia que se nos avecina? Difícil, pues la dinámica y la lógica que imperan son las contrarias. Ya vimos la reacción de las Farc a lo que sucede en Urabá (el carro bomba de Apartadó). Y la de las Accu, que no se hizo esperar: ejecuciones y desapariciones selectivas en toda la región.

Pero hay una luz que quizás al final logre detener parte de esa barbarie: la humanización del conflicto. Que les interesa a las autodefensas. Y al Eln. Pero no a las Farc, que en un acto máximo de soberbia ni siquiera reconocen que secuestran.

Es más, durante el secuestro de los familiares de sus dirigentes y en el caso de los militares retenidos muestran una actitud de total inobservancia de las más mínimas reglas de humanización de la guerra. Pues mientras las Accu permitían a los familiares comunicación periódica y contacto permanente con la Cruz Roja, hoy las familias de los soldados no saben de la suerte de sus hijos o hermanos.

De ahí que se vaya a extender el conflicto autodefensas-guerrilla a todo el país. Con los ciudadanos como protagonistas, que, además, siempre acaban pagando el pato.

Con dos factores objetivos que lo hacen más grave. Primero, la total inoperancia de un Estado, que ya ni siquiera cree en su capacidad preventiva o represiva un contratista extranjero se va olímpicamente en reconocimiento de esta impotencia. Segundo, el triunfalismo de una guerrilla ciega, que con sus abusos está alineando a un sector crítico de la población civil en su contra y con ello puede estar sembrando la semilla de su destrucción.

Las preguntas obvias son: a qué costo?, hasta cuándo? Todo depende del ciudadano y de su nivel de tolerancia para lo que se nos viene. Allí se centra el desenredo de ese nudo gordiano al cual aprietan por todos los lados.




Bogotá D.C., 27 de junio de 1999

Mesa De Cuatro Patas

Sé de lo que me van a tildar por escribir esta columna: de derechista, paramilitar, violador de derechos humanos, etc. Pero como en nuestro país el susto prevalece y la gente se cuida de no decir las cosas entre otras porque las palabras pueden costarle a uno la vida, muchas de nuestras realidades no se conocen o quedan marginadas en algún panfleto o en un estudio académico.

De ahí que no sea raro que siempre nos sorprendan esos hechos, que son evidentes desde años atrás, pues, en el fondo, este país está totalmente desinformado. Muchas de esas realidades Colombia no las ha visto o no las ha querido ver.

Como la del matrimonio narcotráfico-política, que era evidente desde mediados de los 80 y que solo vino a sorprendernos en el 94, con la elección de Samper. O la de la narcoeconomía, que lleva diez años en ebullición y solo ahora, con este desinfle, nos damos cuenta de la burbuja económica en que vivíamos.

Otra es el fenómeno paramilitar. Del que han advertido desde su orilla ideológica las Farc y el Eln con gran insistencia, pues su accionar ha tenido tremendas repercusiones políticas, militares, sociales y de derechos humanos en nuestro país. De ahí que hayan colocado como tema prioritario la acción del Estado contra estos grupos como precondición de la negociación.

Lo que no entienden los grupos guerrilleros y mucho menos el Estado ni hablar de los gobiernos, que hace rato no entienden nada es que ese fenómeno, que nació de las entrañas de la misma violencia guerrillera, hoy es todo un ejército insertado en el conflicto, al que ni las Fuerzas Armadas ni la guerrilla van a poder derrotar.

Esa es la verdad monda y lironda, nos guste o no. Y las realidades militares con sus consecuencias políticas me darán la razón. Es más, si se analiza el conflicto de manera desprevenida, se encuentran suficientes hechos que demuestran lo dicho.

Hoy, la situación militar de la zona norte del país es distinta de la de hace tres años. Quedan frentes guerrilleros en los Montes de María, en la Sierra y en el Perijá, que bajan y realizan operaciones, pero perdieron el control efectivo de la actividad económica y eso, en el fondo, es perder la zona.

El crecimiento del paramilitarismo que dice tener cinco mil ochocientos hombres es innegable. Y de estar localizado exclusivamente en Córdoba, hoy tiene presencia real en todo el país. Si se le añade a esto su propuesta política, lo que se vislumbra es un movimiento armado que, sin poder llegar a ganar la guerra ninguno de los actores armados lo puede lograr, va a volver la negociación una mesa no de tres, sino de cuatro patas.

La gran pregunta que todos nos hacemos es: cómo se financian? Sin duda, aprendieron rápidamente la lección. Cobran impuestos a los narcotraficantes eso en el sur se le llama gramaje, extorsionan a las empresas que le pagan ese impuesto a la guerrilla y boletean a los hacendados asediados por la subversión, con un diferencia: les cobran una tercera parte y les garantizan que, cuando los saquen de la zona, les dejan de cobrar.

Que esa realidad militar tiene un altísimo costo en vidas humanas y en terribles violaciones de los derechos humanos nadie lo puede negar. Como tampoco el hecho de que hay un componente de negocio detrás de este fenómeno, pues las tierras sin guerrilla por lo menos recuperan su valor.

Pero no olvidemos que la gasolina que alimenta ese fuego son el secuestro y los abusos cometidos por la guerrilla contra la población civil. De allí nacen los Castaño y su base social y económica. Base que ha crecido a la par con los abusos de la guerrilla en el resto del país y la creciente indefensión de la gente por la ineficacia del aparato militar del Estado.

En una encuesta reciente hecha en 16 ciudades de distinto tamaño, a la pregunta de si el Gobierno debería atacar a los paramilitares, el 82 por ciento contestó que no! Si a ese tácito apoyo o, por lo menos, credibilidad militar se le agregan hechos como el de la iglesia de La María o el asesinato de los doce religiosos en el Caquetá, mejor preparémonos para tener paramilitares para rato.


Así no nos guste, esa es la verdad. Y pueden llamarme vocero del paramilitarismo o justificador de las violaciones de derechos humanos, que nada de eso va a cambiar esta evidente realidad.

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