Presidente Juan Manuel Santos (Foto SIG)
En una entrevista con la agencia española de
noticias EFE, el Presidente Juan Manuel Santos no descarta que se convoque a un
nuevo plebiscito, para refrendar las enmiendas planteadas por quienes ganaron
con el “NO” en la jornada democrática del 2 de Octubre, pasando por alto, otra vez, el
mandato popular que recibió de todos los colombianos para hacer la paz con las
FARC en las elecciones de 2014.
Si lo que Santos busca en esta ocasión es el
asentimiento de Álvaro Uribe, Andrés Pastrana, Martha Lucía Ramírez, el
exprocurador Alejandro Ordóñez y algunos sectores religiosos, a las enmiendas
realizadas antes de hacer público el Acuerdo Final, pues que se los envíe por
correo. De todas maneras le buscarán el quiebre.
Daría la impresión de que el Presidente Santos está
claudicando en su carácter y la energía como mandatario, permitiéndole a
quienes siempre han sido sus contradictores, imponer sus criterios, aún a costa
del abrumador respaldo, manifestado en todo el país en las últimas semanas,
para ponerle punto final a la discusión e implementar el Acuerdo Final que nos conduzca
a una paz estable y duradera.
Una cosa es que quienes ganaron tímidamente con el
NO en el plebiscito, puedan formular sugerencias para mejorar esos acuerdos y
que se acojan –en la mesa de La Habana- aquellas que no cambien el sentido ni
distorsionen los puntos claves que por seis años consecutivos se discutieron
entre los representantes del Gobierno y las FARC. Otra bien distinta, es que
ellos impongan el criterio para la elaboración de un nuevo acuerdo, que muy
seguramente daría al traste con el proceso de paz.
Santos, por pretender ser excesivamente garantista,
se equivocó al convocar un plebiscito para refrendar los acuerdos y se equivocará
por segunda vez si convocara un nuevo proceso, pues quedaría en evidencia que
el voto de casi ocho millones de colombianos, con los cuales ganó para un
segundo mandato, ni le van ni le vienen, porque para él es más importante
mantener contentos a quienes siempre se han mostrado como sus enemigos.
El voto de la mayoría de los colombianos en 2014, avaló
el triunfo de Santos, sólo por su compromiso de hacer la paz. Lo demás de su
programa, sabíamos de sobra que no lo iba a cumplir, como no ha cumplido en
materia de restitución de derechos a los trabajadores, la salud, la protección
del medio ambiente, equidad para con los pensionados, protección a las madres
comunitarias, la protección a la niñez desamparada, el mejoramiento de la
justicia; ni mucho menos se han adoptado medidas para controlar la corrupción, la impunidad, el despilfarro y la politiquería en el Estado.
Ahora está empeñado en sacar adelante –contra viento
y marea-, la Reforma Tributaria, en la que nadie cree, ni siquiera su vicepresidente
Germán Vargas Lleras, que pide a los colombianos, desde el interior del
mismo Gobierno, aunar fuerzas para impedir que avance semejante esperpento.
Según voceros de la Registraduría Nacional del
Estado Civil, el Plebiscito por la Paz del 2 de octubre nos costó $280.000 millones,
sin contar el valor de la campaña publicitaria calculada en $80.000 millones.
Una nueva jornada de este tipo podría alcanzar la suma de $400.000 millones,
sólo en la parafernalia de la organización del proceso democrático.
Para hacer un comparativo, este dinero que gastamos
en plebiscitos, equivale al presupuesto general para 2017, de una capital como
Bucaramanga. La pregunta es: ¿Disponemos de ese dinero? Y, si es así, entonces
no es cierto que para sanear las finanzas, tengamos que someternos a la tortura
que nos impone la proyectada Reforma Tributaria.
Así, los colombianos que votamos en 2014 por Juan
Manuel Santos con la única condición de hacer la paz, estamos quedando como
idiotas útiles. Pues cada vez que a un político, empresario o notable
comerciante, se le ocurre una nueva idea para hacer sostenible el proceso, hay
que correr a replantear la negociación con las FARC.
¿Acaso, esos señores, son más importantes que el
campesino, el trabajador, el estudiante o las ocho millones de víctimas en este
conflicto de más de medio siglo y que de consuno clamamos por la paz?
¡Despierte, Presidente!
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